martes, 12 de enero de 2010

El té verde, un anticancerígeno natural

El té es la segunda bebida más consumida del mundo después del agua. Pero además de ser apreciado por su sabor, el té -especialmente el verde- empieza a ser valorado ahora por sus propiedades terapéuticas, únicas en el reino vegetal. Y es que cada vez son más los estudios que aseguran que reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y previene la aparición de tumores además de combatir otros trastornos menores.

"El té es una medicina milagrosa para el mantenimiento de la salud. Tiene el extraordinario poder de prolongar la vida". Así de rotundo se expresa al menos el libro Mantener la salud bebiendo té escrito por un monje budista en el año 1211. Claro que mucho antes de esa fecha el té ya era utilizado como planta medicinal por chinos e indios. De hecho, en China la infusión de té verde es la bebida nacional, quizás porque están convencidos de que calma el dolor de cabeza y cura la disentería, la tos, la gastroenteritis y hasta mejora la hepatitis. Propiedades que las últimas investigaciones amplían notablemente.

Su origen:

camellia sinensis

El té verde proviene de la planta Camellia sinensis de la que se extraen también otros tipos de té. El verde se obtiene cociendo las hojas frescas al vapor con altas temperaturas. De esa forma, a diferencia de lo que ocurre con el té negro, se detiene el proceso de fermentación, las enzimas oxidantes permanecen inactivas y su contenido en polifenoles queda intacto. Unos polifenoles que han demostrado -según publica la revista científica Alternative Medicine Review- "propiedades antioxidantes, anticarcinógenas, antiinflamatorias, termogénicas, probióticas y antimicrobianas en numerosos estudios humanos, animales e in vitro".

La cantidad de estudios en torno al té verde crece en proporción geométrica, solo comparable a su consumo, mayor incluso que el de café. Por citar un ejemplo, en los últimos cuatro meses se han publicado más de 50 estudios sobre sus beneficios terapéuticos, la mayoría relacionados con su capacidad para frenar el desarrollo de tumores. Aunque los autores de los mismos suelen mostrarse cautos en sus conclusiones, lo cierto es que los resultados se acumulan y parecen quedar pocas dudas entre los expertos sobre las posibilidades antitumorales de esta bebida de origen vegetal.

En el caso del cáncer de piel se disponen de mayores evidencias. La Universidad Case Western Reserve realizó una revisión de estudios que se publicó el pasado mes de agosto en Archives of Dermatology y destacaba que "los estudios experimentales sugieren que el té verde posee potenciales propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas útiles en diversas afecciones de la piel". El análisis concluía señalando que "aunque son necesarios más estudios clínicos, añadir a productos para el cuidado de la piel té verde podría tener un profundo impacto positivo en diversos problemas dermatológicos".

En esta línea, una investigación anterior de la misma universidad comprobó que los polifenoles protegían la piel de las personas expuestas a rayos ultravioletas. El daño de la dermis y la epidermis era menor cuanto mayores eran las dosis aplicadas, lo que permitía concluir a los científicos que "los polifenoles del té verde podrían ser usados como un candidato quimiopreventivo novedoso y una posible estrategia para reducir el riesgo de cáncer de piel inducido por el sol en la población".

Entre estos polifenoles, los científicos se han atrevido a señalar como responsables del efecto antitumoral a las catequinas, de las que el té verde contiene cuatro importantes: EC, ECG, EGC y EGCG. Pero es en esta última catequina -la EGCG o epigalocatequina- donde los investigadores estiman que reside la mayor eficacia contra el cáncer. Uno de los primeros estudios sobre la función antitumoral de esta sustancia data de 1997, cuando un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de Ohio (EE.UU.) encabezado por el doctor Jerry Jankun divulgó en la revista Nature su utilidad para ayudar a prevenir el desarrollo de tumores cancerígenos e, incluso, servir de tratamiento.

Sin efectos toxicos:

La explicación de esta actividad reside en su inhibición de la uroquinasa, una enzima fundamental para el crecimiento tumoral. El trabajo -publicado en Nature- incidía en la relevancia de la uroquinasa como una de las enzimas que más favorece la proliferación de las células cancerígenas. Uno de los hallazgos más novedosos de la investigación fue que el té verde posee altas concentraciones de EGCG -unos 150 miligramos por taza- y que esta catequina no posee efectos tóxicos mientras que otros inhibidores de la uroquinasa sólo pueden ingerirse en pequeñas cantidades debido a su toxicidad. "El inhibidor de la uriquinasa que contiene el té verde en cantidades altas podría reducir la incidencia del cáncer sin efectos secundarios", destacaron los científicos.

Por si fuera poco, un trabajo más reciente -también aparecido en Nature- comprobó que la EGCG ralentiza la angiogénesis, el proceso por el que el tumor genera nuevos vasos sanguíneos para nutrirse y crecer. Aunque ambos estudios fueron realizados con ratones, otras investigaciones realizadas con voluntarios han comprobado el aumento de la capacidad antioxidante del plasma después del consumo de té, según el European Journal of Nutrition.

Pero, a pesar de estos hallazgos sobre las catequinas, muchos científicos no se atreven a decir que sea un único componente del té verde el responsable de sus propiedades anticancerígenas y prefieren hablar de la combinación de varios. Así, la revista Journal of Molecular Medicine se hizo eco recientemente de un trabajo sobre los suplementos dietéticos en el cáncer en el que se aseguraba que "la mayor acción anticancerígena ha sido demostrada por aquellos componentes naturales con una actividad multifuncional, como es el caso del té verde", cuyas catequinas y polifenoles en general "muestran la actividad anticancerígena más potente". El Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado ha ido más allá al señalar que "el té verde posee una actividad anticancerígena significativa en numerosos modelos animales" pero advierten que sus propiedades no se deben a una sola catequina sino a una "mezcla compleja".

Los medicos españoles lo ignoran o lo ponen en duda:

En suma, contamos con todo tipo de estudios sobre los beneficios antitumorales de esta infusión: clínicos, químicos y epidemiológicos. Estos últimos toman como referencia a la población japonesa, cuyos habitantes -que llegan a tomar hasta seis tazas de té al día- parecen insólitamente inmunes a los tumores de estómago, esófago y boca.

El té verde no sólo ha roto moldes por el número de investigaciones realizadas sino también por la cantidad de revistas científicas que los han publicado, algunas de las cuales hasta ahora no se habían caracterizado precisamente por su apoyo a la fitoterapia. Sin embargo, este entusiasmo investigador no se ha trasladado a los médicos españoles, por lo general reacios a analizar los datos de cualquier posible acción anticancerígena de una planta por muchos estudios que la avalen. Una cautela, cuando no oposición, que no encontramos cuando se trata de fármacos de síntesis aunque hayan sido objeto de menos ensayos o sus efectos secundarios sean muy superiores.

Así, uno de los oncólogos que más se destaca por su gran número de libros publicados y su participación en todo tipo de congresos científicos, el doctor Manuel González Barón, jefe de Oncología del Hospital La Paz, de Madrid, no sólo reconoce no saber nada del té verde sino que reacciona de forma airada a una mera pregunta sobre él. El doctor Juan José Lahuerta, jefe de Oncología del Hospital Doce de Octubre, también confiesa no saber nada de estas investigaciones aunque, a diferencia de su compañero, no se molesta por la cuestión. Mayor conocimiento muestra el doctor Miguel Ángel Rubio, del Servicio de Endocrinología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, quien asegura que "se trata de trabajos experimentales que hay que analizar con reservas." El doctor Rubio ratifica la beneficiosa actividad antioxidante del té verde pero duda de su carácter preventivo de enfermedades si su ingesta no se realiza en el marco de una alimentación equilibrada, dentro de la cual sería "un factor protector más".

El endocrino madrileño es particularmente escéptico en lo que concierne a la actividad anticancerígena del té verde, fundamentada en la presencia de otro tipo de antioxidantes en su composición, las catequinas. El té verde conserva estas sustancias debido a que la fermentación de las hojas es detenida en mitad de su proceso. Lo que no ocurre en otras variedades de té, como el caso del té negro, donde las catequinas se oxidan durante la fermentación y desaparecen.

Fuente: www.mujeresdeempresa.com

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